Santísimo Cristo de las Injurias

En el Santo Entierro era sacado en procesión un paso de la Cruz, acompañado de los atributos de la Pasión, como otros aparece nombrado por vez primera en el s.XVII, concretamente en 1632 cuando Roque Pérez la arregla y pinta. En 1771 se le añadió un Cristo para 1846 ya había desaparecido el paso.

Hacia 1902 existía un cierto clamor popular que pedía la salida del Stmo. Cristo en la Procesión del Santo Entierro, a fin de, a su vez, completar la secuencia de la Pasión, interrumpida por la falta del paso antíguo.

Hasta 1835 estuvo en el Monasterio de Santa Marta, de la orden Jerónima, en Zamora, año en el que, por efectos de la Desamortización, se llevó a la Catedral.
La Cofradía solicita la salida al Cabildo Catedralicio que en un principio se deniega; sin embargo tras la intervención del Excmo. Sr. Alcalde D. Isidoro Rubio en representación del Pueblo se concede por el Rvdo. Sr. Obispo. Una gran congregación de Hermanos y de personas acompañó iluminando al Cristo en su traslado desde la S.I. Catedral hasta el Convento de Santa Clara, donde entonces tenía la Cofradía su sede.

Sin embargo en 1904 deja de salir, se adujo el mal estado de la cruz, que estaba empalmada en su base.

 

Hubo que esperara a 1925 para que volviese a salir, esta vez desde San Esteban.
Para dignificar el traslado se creó en ese mismo año la Cofradía del Santísimo Cristo de las Injurias. La Real Cofradía del Santo Entierro prestó la mesa para tal fin y los gastos de montaje y desmontaje se pagaron en lo sucesivo a medias.

En la actualidad, con su salida consolidada se repite la entrega del Stmo. Cristo de las Injurias por su Cofradía homónima a la Real Cofradía del Santo Entierro en la puerta del Museo de Semana Santa.

La imagen del Santísimo Cristo de las Injurias es una escultura realizada en madera que muestra a Cristo Muerto en la Cruz. Se ha discutido mucho sobre su autoría, aunque a pesar de haberse atribuido a las gubias de Gaspar Becerra u otros escultores no puede atribuirse con claridad a ninguno de ellos, aunque si a la escuela castellana. Su estilo aunque renacentista muestra aún rasgos gotizantes como la espina que atraviesa la frente de Jesús o la caída del pelo en bucle

En definitiva, lo único claro es que es uno, si no el mejor de todos los Cristos del s. XVI español.

Texto: Alberto Fdez. Ferrero
Foto: Lucio Palmero Rodríguez